martes, 18 de mayo de 2010

Crímenes ejemplares

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga a hablar. [...] Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.


Lo maté porque bebí lo justo para hacerlo.


—Dormir es suicidarse un poco cada noche.
—Usted es soltero.
—¿Cómo lo sabe?


Llámanlo el sueño eterno. Como padezco horriblemente de insomnio, pruebo.


Las nalgas son mejores al tacto que al gusto, más duras de mascar que de tentarrujar.


Esa hormiga odiaba a aquel león. Tardó diez mil años pero se lo comió todo, poco a poco, sin que él se diera cuenta.


La maté por no darle un disgusto.



Extraído de Max Aub, Crímenes ejemplares, Madrid, Calambur, 1996.

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